Publicado en OH MAGAZINE en el 2008
Hace dos semanas visité por primera vez una de las discotecas más populares del país y me produjo una gran sorpresa notar la capacidad de homogenización que existe en los dominicanos.
En la vestimenta, por ejemplo, la uniformidad de los asistentes era tal que superaba con creces la que existe en el vestuario utilizado por estudiantes de colegios. Las mujeres tenían exactamente el mismo vestido en diferentes colores y los hombres parecían haber comprado camisas similares en un mismo lugar.
La semejanza en los peinados y colores de pelo también llamó mi atención, ya que parecía que algún experto en moda dijo a los hombres que a todos les favorece el uso de gelatina mientras convenció a las mujeres de que el color de pelo para esta temporada es el negro, con lo que se pasó de tener un cuarto lleno de inusuales mulatas rubias, a tenerlo lleno de morenas de un muy poco natural negro azabache.
Los accesorios tampoco escaparon a esta escasez de originalidad. Los hombres comparaban entre ellos relojes tan parecidos que tenían que detallar sus funciones a fines de que las diferencias pudiesen justificar la comparación. En el caso de las mujeres, aún no me decido si me impactó más que utilizaren idénticos tacos de los que imposibilitan el baile o la impresión de que andaban con su clóset completo empacado en la cartera tipo maleta que todas utilizaban.
Lo peor de esta escena no fue el vestuario, el pelo o los accesorios, sino el comportamiento mimético que se había desarrollado en ese grupo de personas, las cuales llegaron al punto de copiarse unas a otras en ademanes, gestos y actitudes a un grado tal, que el tema central de una película allí bien podría ser la clonación.
Los bailes eran iguales. Las miradas “misteriosas” parecían ensayadas en conjunto y cualquier expresión banal se pensaba cuidadosamente para que fuese justo aquella predeterminada para la situación y similar a la expresada por otros miembros del grupo.
Una semana más tarde decidí volver para asegurarme que ese día no había alguna actividad especial que yo desconocía en que todas las personas debían parecerse. Tristemente, no sólo encontré exactamente el mismo panorama de la semana anterior, con la misma gente, la misma ropa y las mismas poses, sino que además noté que también los empleados del lugar se habían acoplado a la situación, puesto que el DJ ponía las mismas canciones en igual orden y los encargados de seguridad limitaban la entrada de la misma manera y en los mismos horarios.
Sentimientos encontrados produjo en mí la realidad descrita. Por un lado, una positiva impresión de que los dominicanos tenemos un potencial para la estandarización que podría ser encauzado a objetivos como la uniformidad en el comportamiento educado, respeto del orden, cumplimiento de las normas, entre otras cosas que nos garanticen un mejor y más organizado país. Por otro lado, la penosa conclusión de que dicho potencial es muchas veces utilizado por grupos para convertirse en esclavos de los complejos, borregos de las imposiciones, seguidores sin criterio de modas y tontos útiles de las mentes maliciosas y brillantes que llevan las riendas de la sociedad de consumo.
Hace dos semanas visité por primera vez una de las discotecas más populares del país y me produjo una gran sorpresa notar la capacidad de homogenización que existe en los dominicanos.
En la vestimenta, por ejemplo, la uniformidad de los asistentes era tal que superaba con creces la que existe en el vestuario utilizado por estudiantes de colegios. Las mujeres tenían exactamente el mismo vestido en diferentes colores y los hombres parecían haber comprado camisas similares en un mismo lugar.
La semejanza en los peinados y colores de pelo también llamó mi atención, ya que parecía que algún experto en moda dijo a los hombres que a todos les favorece el uso de gelatina mientras convenció a las mujeres de que el color de pelo para esta temporada es el negro, con lo que se pasó de tener un cuarto lleno de inusuales mulatas rubias, a tenerlo lleno de morenas de un muy poco natural negro azabache.
Los accesorios tampoco escaparon a esta escasez de originalidad. Los hombres comparaban entre ellos relojes tan parecidos que tenían que detallar sus funciones a fines de que las diferencias pudiesen justificar la comparación. En el caso de las mujeres, aún no me decido si me impactó más que utilizaren idénticos tacos de los que imposibilitan el baile o la impresión de que andaban con su clóset completo empacado en la cartera tipo maleta que todas utilizaban.
Lo peor de esta escena no fue el vestuario, el pelo o los accesorios, sino el comportamiento mimético que se había desarrollado en ese grupo de personas, las cuales llegaron al punto de copiarse unas a otras en ademanes, gestos y actitudes a un grado tal, que el tema central de una película allí bien podría ser la clonación.
Los bailes eran iguales. Las miradas “misteriosas” parecían ensayadas en conjunto y cualquier expresión banal se pensaba cuidadosamente para que fuese justo aquella predeterminada para la situación y similar a la expresada por otros miembros del grupo.
Una semana más tarde decidí volver para asegurarme que ese día no había alguna actividad especial que yo desconocía en que todas las personas debían parecerse. Tristemente, no sólo encontré exactamente el mismo panorama de la semana anterior, con la misma gente, la misma ropa y las mismas poses, sino que además noté que también los empleados del lugar se habían acoplado a la situación, puesto que el DJ ponía las mismas canciones en igual orden y los encargados de seguridad limitaban la entrada de la misma manera y en los mismos horarios.
Sentimientos encontrados produjo en mí la realidad descrita. Por un lado, una positiva impresión de que los dominicanos tenemos un potencial para la estandarización que podría ser encauzado a objetivos como la uniformidad en el comportamiento educado, respeto del orden, cumplimiento de las normas, entre otras cosas que nos garanticen un mejor y más organizado país. Por otro lado, la penosa conclusión de que dicho potencial es muchas veces utilizado por grupos para convertirse en esclavos de los complejos, borregos de las imposiciones, seguidores sin criterio de modas y tontos útiles de las mentes maliciosas y brillantes que llevan las riendas de la sociedad de consumo.
4 comments:
Ufff! Excelentemente descrito! Yo que pensé que era el único que lo notaba! A veces iba a comer en un lugar donde servían comida árabe con pan sin levadura y al lado queda un lounge bar. Efectivamente, todo el mundo venía con el mismo flow. Las Jóvenes todas con el pelo largo y con una moña que les tapaba un ojo. El resto no tengo que agregarlo porque en tu escrito lo pusiste todo...o te faltaron los jeans de talle bajo de las muchachas? De vez en cuando me gusta detenerme a contemplar como se mueve la sociedad.
tienes toda la razon y me identifico mucho con lo escrito aqui en esto articulo y eso que no visitaste un grupo religioso, hubieras hecho un gran trabajo sociologico.
yo preferiria clabarme una flecha en la cabeza para marcar la diferencia. hay que admititrlo el dominicano carece de originalidad.
http://ferzvladimir.blogspot.com/
http://ferzproject.blogspot.com/
Tu tienes mucha razon, en nuestro pais(especiamente en el distrito nacional), hay muchos centros de diversion, que son monotonos en cuanto a la musica y muchas otras cosas y hasta en los clientes que visitan esos lugares. Es cierto que tiene su publico, pero llega un momento en el que no se puede expandir el negocio y termina quebrando, porque con su clientela no pueden sostenerse, ya que las personas se cansan.
Es que en Republica Dominicana no se practica la diversidad. Todo el mundo tiene que tener los mismos conceptos o sino "esta quedao" o es "un loco."
La homogeneización de la sociedad es sin duda un sintoma preocupante, por que no da espacio para la disidencia de criterio, que es, en cierto modo, la responsable de que surjan nuevos esquemas sociopoliticos.
Desde mi punto de vista es el logro mas grande de los regimenes opresivos que hemos tenido. Lograron que sea la población quien se auto-margine si te sales de la linea. Así se ahorran el trabajo.
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