Publicado en OH MAGAZINE en 12-4-08
Era un verdadero caballero y me trataba con una cortesía inusual en mis esquemas conocidos.
Siempre estaba pendiente de las pequeñas cosas, de los detalles hasta en la decoración de los finos lugares a los que me llevaba a cenar, por tanto, deduje que era un hombre muy observador.
Nunca me miró con ojos lascivos o que mostrasen siquiera algún interés en mi apariencia física, por lo que asumí que, además de ser sumamente respetuoso, era una persona sensible y profunda que no se detenía en superficialidades porque fundamentaba nuestra relación en valorar los aspectos de fondo y la belleza interior.
En numerosas ocasiones me acompañaba a las tiendas de ropa y accesorios y, en lugar de quejarse como hace la mayoría de los hombres cuando son forzados a involucrarse en esta faena, disfrutaba esos momentos conmigo, me hacía el rato muy agradable y hasta me daba importantes consejos de moda internacional, lo que me hacía pensar que era tan culto que tenía muchos conocimientos actuales sobre temas diversos.
El día que me llamaron, al verlo salir de un club nocturno que era frecuentado fundamentalmente por personas con inclinación homosexual, no sentí preocupación alguna, ya que estaba convencida de que esto era sólo una muestra más de que mi pareja era una persona dotada de tanta seguridad, que bajo ningún concepto se dejaría sugestionar por estereotipos o estigmas sociales.
Tampoco me atormentó enterarme que sus dos mejores amigos habían declarado públicamente su homosexualidad, pues pensaba que ello era una evidencia de su personalidad abierta y liberal, de tal inteligencia, que lograba imponer esas virtudes aún viviendo en una sociedad en la que existe un arraigado machismo malentendido.
Al cabo de unos meses, cuando la relación se deterioró por discusiones frecuentes y conflictos de rutina, asumí sin cuestionamientos el discurso de la “incompatibilidad de caracteres” como causal de la ruptura y, con la tristeza del que termina algo simpático pero sin el dolor del que termina un noviazgo apasionado, decidí seguir mi camino.
Recientemente, un joven se acercó a una mesa en la que yo almorzaba, a saludar a una de mis amigas. Ella lo presentó a los demás y él, deteniendo su mirada en mí, dijo: “a ella la conozco”. Su comentario me sorprendió bastante pues estaba segura de que nunca lo había visto. Sin embargo, las cosas comenzaron a aclararse cuando él dijo: “pero ella en realidad no me conoce a mí, lo que pasa es que compartimos algo durante un tiempo, más bien alguien….” Nos acompañó en la mesa, nos pasamos la tarde en el restaurante y luego de varias horas, algunos tragos y una larga y amena conversación, entendí lo que ya muchas personas sabían: el joven que conocí fue, durante los meses que duró mi relación con aquél hombre espectacular, ¡el novio de mi novio!
Siempre estaba pendiente de las pequeñas cosas, de los detalles hasta en la decoración de los finos lugares a los que me llevaba a cenar, por tanto, deduje que era un hombre muy observador.
Nunca me miró con ojos lascivos o que mostrasen siquiera algún interés en mi apariencia física, por lo que asumí que, además de ser sumamente respetuoso, era una persona sensible y profunda que no se detenía en superficialidades porque fundamentaba nuestra relación en valorar los aspectos de fondo y la belleza interior.
En numerosas ocasiones me acompañaba a las tiendas de ropa y accesorios y, en lugar de quejarse como hace la mayoría de los hombres cuando son forzados a involucrarse en esta faena, disfrutaba esos momentos conmigo, me hacía el rato muy agradable y hasta me daba importantes consejos de moda internacional, lo que me hacía pensar que era tan culto que tenía muchos conocimientos actuales sobre temas diversos.
El día que me llamaron, al verlo salir de un club nocturno que era frecuentado fundamentalmente por personas con inclinación homosexual, no sentí preocupación alguna, ya que estaba convencida de que esto era sólo una muestra más de que mi pareja era una persona dotada de tanta seguridad, que bajo ningún concepto se dejaría sugestionar por estereotipos o estigmas sociales.
Tampoco me atormentó enterarme que sus dos mejores amigos habían declarado públicamente su homosexualidad, pues pensaba que ello era una evidencia de su personalidad abierta y liberal, de tal inteligencia, que lograba imponer esas virtudes aún viviendo en una sociedad en la que existe un arraigado machismo malentendido.
Al cabo de unos meses, cuando la relación se deterioró por discusiones frecuentes y conflictos de rutina, asumí sin cuestionamientos el discurso de la “incompatibilidad de caracteres” como causal de la ruptura y, con la tristeza del que termina algo simpático pero sin el dolor del que termina un noviazgo apasionado, decidí seguir mi camino.
Recientemente, un joven se acercó a una mesa en la que yo almorzaba, a saludar a una de mis amigas. Ella lo presentó a los demás y él, deteniendo su mirada en mí, dijo: “a ella la conozco”. Su comentario me sorprendió bastante pues estaba segura de que nunca lo había visto. Sin embargo, las cosas comenzaron a aclararse cuando él dijo: “pero ella en realidad no me conoce a mí, lo que pasa es que compartimos algo durante un tiempo, más bien alguien….” Nos acompañó en la mesa, nos pasamos la tarde en el restaurante y luego de varias horas, algunos tragos y una larga y amena conversación, entendí lo que ya muchas personas sabían: el joven que conocí fue, durante los meses que duró mi relación con aquél hombre espectacular, ¡el novio de mi novio!
5 comments:
Bueno, eso si es fuerte, engañar a una mujer tan bella con otro hombre.
Ese tipo o perdon tipa estaba ciego, que no desperto teniendo en frente una mujer tan bella como Leila Mejia.
Rayos!! eso me ocurrió también. y así mismo ella me dejó por otra (pero el dolor me duró un par de años)
bueno tal veas no sea heterosexual evidentemente que no, ni bisexual, tal vez sea pansexual, se enamoro de usted, por ser poseedora de una belleza poco comun, pero con mucho atractivo, aun siendo homosexual, o fuera de la inclinacion que sea se iba a sentir atraido hacia usted.
;)
Es triste ver que estas cosas ocurren en la vida real y no en una de esas patéticas novelas que quisieran retratar la vida en un cajon electrónico. A usted no la conozco, por lo menos intimamente, pero sé de su trayectoria como figura pública y de los medios. No obstante debo admitir que no creo que haya "hombre" que no se sienta intimidado y a la vez intrigado por su indudable y atrayente belleza. Ahora bien, que un homosexual haya jugado al hombre con usted, eso no tiene madre. Si estuviese en mis manos dictar leyes que penalicen esas atrosidades, puede estar usted segura que a "eso", ya que no tengo calificativo para esa persona, la mandaría a formar parte de una fogata pública en el Parque Enriquillo y sus restos los esperciría en el vertedero de basura Duquesa. No creo que merezca menos.
Y como dijo ferzvladimir, quizás se trate de un Pansexual, aunque creo que mas bien sería una telerasexual, porque por Dios, caramba, coñ...
Qué hombre no se rendiría ante semejante Diosa???
Un Saludo y si usted me lo permite, un gigantesco beso.
Jajajajajajajajajajajajaja!!! Dizque Telerasexual, ta pasao este Junior, jajajajajajajajajajajajaja!
No, no, no...pero Leila y como fue que no te diste cuenta antes? No sabes cuanto me he reído desde ayer con este escrito desde que me lo hizo llegar mi amiga Chiky Milanese. Ya lo he tirado p'alante también.
Te agrego a mi blogroll, saludos!
Post a Comment