POBRES PADRES DE FAMILIA
La semana pasada estaba en mi vehículo cruzando el semáforo de la Winston Churchill con 27 de Febrero y luego de cruzar, en la Churchill llegando a la Paseo de Los Locutores, una agente de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) se me acerca y me pide que le entregue mi licencia y demás papeles. Cuando le pregunto sus motivos me dice: “Usted y aquél carro de concho se fueron en rojo”. Yo le respondo: “Eso no es cierto, estoy segura que fue en luz amarilla, sin embargo, digamos que usted tiene razón. Si me acaba de decir que tanto el carro de concho como yo cometimos la misma presunta infracción,¿por qué usted o la otra agente que está allí recostada del árbol no le pidieron también a ese conductor sus documentos?”. La respuesta de la joven me dejó estupefacta, no porque desconociera esa forma ilegal y arbitraria de proceder de los agentes de Amet, sino porque no pensé que alguno fuese capaz de admitirlo en voz alta como ella lo hizo cuando dijo: “Porque él es un pobre padre de familia”.
Inmediatamente pensé en mi hija, una niña de carne y hueso al igual que los posibles hijos de los que conducen carros de concho y con las mismas necesidades que cualquier otro niño. También pensé en los hijos de taxistas, de choferes privados, de policías, de empleados de un banco, de secretarias, de servidores públicos, de maestros, de enfermeras, de militares, de médicos, de artistas y de una inmensa cantidad de dominicanos que probablemente ganan menos que los más de 30,000 pesos mensuales que produce en 15 días el que maneja un carro de concho de acuerdo a un estudio que publicó recientemente el Diario Libre, pero que, como no “conchan”, no son incluidas dentro de esa exclusiva categoría humana especial de “Pobres Padres de Familia” que goza de inmensos privilegios toda vez que el título se invoca para consentir excepciones al cumplimiento de las reglas y la aplicación de la ley.
Ya está bueno de permitir que se cometan atropellos en nombre de un título que debería extenderse a todo el que está trabajando por mantener y cuidar una familia, independientemente de su poder adquisitivo o nivel social. Es mejor padre de familia el que está cumpliendo con sus obligaciones parentales y dando un buen ejemplo a sus hijos que muchos conductores de concho que, mientras sus niños andan desatendidos, gastan su dinero en apuestas o en bebidas alcohólicas y la sociedad no los debe premiar con un inmerecido trato especial.
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