El Gobierno ha convocado a los partidos para participar en una cumbre el próximo 28 de Enero con la presunta finalidad de abordar la coyuntura actual y los problemas económicos, políticos y sociales de nuestro país.
Resulta extraño que se pretenda una cumbre para lograr consenso entre distintas fuerzas sociales y políticas respecto a la difícil situación que vive y que espera la República Dominicana. Esto así, porque ya las autoridades han tomado, sin consultas y con muchos cuestionamientos, trascendentales decisiones que marcan el destino del país para los próximos años.
Un ejemplo de esto es el tema del presupuesto nacional, ya que el radio de acción de las instituciones públicas está siempre limitado a su disponibilidad de recursos. El presupuesto, a pesar de las quejas de legisladores que aseguran la inclusión de partidas presupuestarias para obras ya terminadas y otras irregularidades, ya fue aprobado. Por tanto, es poco lo que puede decidirse en una cumbre en que no se puede establecer una jerarquía de prioridades de gastos, proyectos e inversiones públicas porque ya está predeterminado por una decisión que no fue consensuada.
Se ha dicho que en la cumbre se ideará la estrategia nacional de desarrollo, sin embargo, la misma fue anunciada por el Presidente al inicio del presente periodo gubernamental y utilizada para justificar asignaciones presupuestarias. Por tal motivo, de poco sirve un debate de ideas respecto al diseño y la costura de un traje que ya está hecho a la medida de ciertos grupos e incluso siendo utilizado. Más bien debería el Gobierno asumir la responsabilidad de explicar el por qué de sus decisiones, especialmente aquellas relativas al presupuesto nacional, y detallar lo planes que ha elaborado para enfrentar los efectos de la ineludible crisis mundial.
Numerosas cumbres infértiles se han realizado en nuestro país sin otro resultado que poner en evidencia la forma en que muchas veces se mercadea el consenso. Si a una historia de fracasos en ese tema le sumamos la profunda desconfianza que genera un Gobierno que ha mentido tantas veces, es inevitable concluir esta convocatoria tiene muy poco sentido práctico.
La cumbre no servirá, como ninguna anterior ha servido, para resolver problema alguno de todos aquellos que enfrentan los dominicanos que ya están cansados de tantas decepciones.
Para lo que sí podría funcionar la cumbre es para entretener a la población y repartir las cuotas de responsabilidad respecto al obvio desorden que se avecina. Si los partidos políticos muerden el anzuelo y deciden participar en esta cumbre sin plantear antes ciertas condiciones y exigencias a sus organizadores, servirán a la larga como tontos útiles que habrían legitimado con su presencia los desaciertos futuros. Ojalá no se dejen manipular.
Resulta extraño que se pretenda una cumbre para lograr consenso entre distintas fuerzas sociales y políticas respecto a la difícil situación que vive y que espera la República Dominicana. Esto así, porque ya las autoridades han tomado, sin consultas y con muchos cuestionamientos, trascendentales decisiones que marcan el destino del país para los próximos años.
Un ejemplo de esto es el tema del presupuesto nacional, ya que el radio de acción de las instituciones públicas está siempre limitado a su disponibilidad de recursos. El presupuesto, a pesar de las quejas de legisladores que aseguran la inclusión de partidas presupuestarias para obras ya terminadas y otras irregularidades, ya fue aprobado. Por tanto, es poco lo que puede decidirse en una cumbre en que no se puede establecer una jerarquía de prioridades de gastos, proyectos e inversiones públicas porque ya está predeterminado por una decisión que no fue consensuada.
Se ha dicho que en la cumbre se ideará la estrategia nacional de desarrollo, sin embargo, la misma fue anunciada por el Presidente al inicio del presente periodo gubernamental y utilizada para justificar asignaciones presupuestarias. Por tal motivo, de poco sirve un debate de ideas respecto al diseño y la costura de un traje que ya está hecho a la medida de ciertos grupos e incluso siendo utilizado. Más bien debería el Gobierno asumir la responsabilidad de explicar el por qué de sus decisiones, especialmente aquellas relativas al presupuesto nacional, y detallar lo planes que ha elaborado para enfrentar los efectos de la ineludible crisis mundial.
Numerosas cumbres infértiles se han realizado en nuestro país sin otro resultado que poner en evidencia la forma en que muchas veces se mercadea el consenso. Si a una historia de fracasos en ese tema le sumamos la profunda desconfianza que genera un Gobierno que ha mentido tantas veces, es inevitable concluir esta convocatoria tiene muy poco sentido práctico.
La cumbre no servirá, como ninguna anterior ha servido, para resolver problema alguno de todos aquellos que enfrentan los dominicanos que ya están cansados de tantas decepciones.
Para lo que sí podría funcionar la cumbre es para entretener a la población y repartir las cuotas de responsabilidad respecto al obvio desorden que se avecina. Si los partidos políticos muerden el anzuelo y deciden participar en esta cumbre sin plantear antes ciertas condiciones y exigencias a sus organizadores, servirán a la larga como tontos útiles que habrían legitimado con su presencia los desaciertos futuros. Ojalá no se dejen manipular.