Wednesday, October 31, 2007

SOBRE BODAS Y SUS COSTUMBRES

Publicado en OH MAGAZINE en 27-10-07
Pocas tradiciones en el mundo han gozado de la estabilidad de aquellas que forman parte de la ceremonia celebrada al inicio de un matrimonio.

Nunca los martes, por ejemplo, por refranes tan repetidos que en la mayoría de los casos son seguidos desconociendo por qué en la Antigua Roma ese era un día de catástrofes. De todas formas, poco importa a quien está envuelto en las complicaciones y costos que conlleva una boda si Marte para los romanos era considerado el Dios de la Guerra; siempre hay que cuidar de no ofender a los familiares supersticiosos.

Culpable es Victoria de Inglaterra por la costumbre de la marcha nupcial. Sus afanes porque su boda con el príncipe Federico Guillermo de Prusia fuese inigualable, aunque inmortalizaron la música de Félix Mendelssohn, agregaron otro componente de gasto y esfuerzo para los novios del mundo.

Entre flores, música y comida, largas son las discusiones de las novias con los diseñadores de irrepetibles prendas de vestir que, también gracias a Victoria, han de ser blancas y jamás el caqui que representa a quienes ya no son puras o el plateado que se utilizaba hasta el siglo VI. También la elección del velo es importante, basada siempre en un criterio de belleza y exclusividad independientemente de qué tanto cubra la cara, pues, aunque se conserve su uso como tradición, no es costumbre en Occidente que hasta el día de la boda el novio no haya visto el rostro de quien será su esposa.

Las cosas se complican si la boda es al aire libre, ya que, por lo general, como una muestra de la eficacia de la Ley de Murphy, ni rezando a Santa Clara se evita que llueva y se estropee una muchas veces costosa pero siempre criticada decoración de exteriores.

Con tantas cosas en las cuales pensar, el tiempo a veces no alcanza para comprar los muebles del nuevo hogar o planificar la manera en que será administrado­, y es que, entre la lista de bodas y de invitados, el menú, la orquesta y otros detalles, la llegada del cansancio resulta inevitable. Claro, hay que dejar tiempo para elegir el bizcocho y sus niveles, lo que resulta más difícil en la época actual porque hoy, a diferencia del medioevo cuando los invitados llevaban tortas y formaban capas, la responsabilidad recae sobre los novios.

Por supuesto, hay que ensayar varias veces el ritual de la ceremonia para que salga perfecto. Son inadmisibles las faltas al protocolo como permitir que la novia ocupe el lugar equivocado, pues siempre irá a la izquierda aunque el novio actual no utilice espadas que deba maniobrar con la mano derecha ni corra el riesgo de un enfrentamiento con los padres por haberla secuestrado.

Es difícil explicar por qué los novios pierden parte del capital que hubiese servido para un mejor inicio de su vida en pareja en organizar, durante tantos días, los acontecimientos de apenas uno que los recibe agotados de tan innecesario y poco valorado esfuerzo. No obstante, las expectativas de la noche de boda tienden a distraer su atención y enfocarla en lo que aquello conlleva, el lugar apropiado, la ambientación adecuada y la forma en que el novio cruza el umbral de la puerta con la novia cargada en brazos para seguir con la costumbre, incluso si no es necesario, como la misma tradición indica, convencer a una novia tímida y motivarla a que entre al dormitorio.

En lo relativo a las bodas, muchas costumbres han sobrevivido a lo largo del tiempo aún cuando sus justificaciones sean desconocidas o se les reste importancia al hecho de que las razones por las que nacieron ya no existen. Sin embargo, dichas tradiciones a veces cercenan la originalidad e imponen actitudes importadas que no siempre constituyen garantías de una boda inolvidable, bella y, menos aún, que llene las expectativas de todos los presentes, perdiendo de vista que lo más importante del día de la boda es el inicio de la vida en común de una pareja, y que, por tanto, sus ideas y deseos deben ser, al fin y al cabo, lo primordial.

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