Wednesday, October 31, 2007

ESTAFADORES SOCIALES

Publicado en OH MAGAZINE en 13-10-07
Al margen de las ventajas usuales de todo evento social, algunos en particular permiten conocer mucho sobre las personas que los organizan y las que a ellos asisten.

Por ejemplo, cuando un invitado de una celebración es ubicado en una particular mesa, basta con realizar un minucioso análisis de los compañeros en dicha mesa para entender por qué son ubicados allí y, por tanto, qué percepción tienen los organizadores sobre cada quien, de acuerdo a las subjetivas clasificaciones que realizan.

Las fiestas y actividades sociales en general también permiten determinar quién socializa con quién, quiénes simplemente no tienen trato y, hasta en ocasiones, las simpatías y antipatías políticas de algunas personas.

Para las mujeres solteras reviste una importancia particular asistir a estos eventos. No se trata de la posibilidad de encontrar pareja, aunque la misma no es necesariamente descartada, sino de la oportunidad de identificar cierta clase de individuos que merodean desapercibidos por la sociedad conquistando mujeres mediante la proyección de una imagen de sociables, educados y tan bien relacionados que conocen muchas “personas importantes” y sus principales historias.

Distintos nombres son utilizados en el mundo para referirse a esta clase. No obstante, ya sea los gorrones de México, lo gotereros de Colombia, los gate crashers de Estados Unidos, los colados de casi toda América Latina o los paracaidistas de Perú y República Dominicana, se trata siempre de estafadores sociales que llegan a los lugares sin invitación y hacen de dicha práctica una manera idónea para posicionarse con una falsa apariencia frente a posibles conquistas.

Si se presta atención, esta clase de hombres es fácil de distinguir, ya que sus miembros nunca están sentados, muy pocas veces saludan a los anfitriones, dan vueltas alrededor de todos los grupos y pasan una gran parte del tiempo en el área de la comida o la pista de baile, dirigiendo sus mejores atenciones hacia mujeres a las que eligen al notar que ellas, a su vez, pueden introducirlos en nuevos grupos donde escuchar más nombres y más historias repetibles.

Los estafadores sociales difícilmente persiguen a sus presas en la misma actividad a la que han llegado sin invitación. Y es que el evento no es el fin sino el medio para poder, en otros ambientes, tener temas de conversación o elementos suficientes para el uso de su estrategia del “name dropping”, que, según el diccionario Merriam Webster, no es más que la costumbre de intentar impresionar a otras personas mediante una estudiada pero aparentemente casual mención de nombres de personas prominentes.

La particular preocupación que debe generar en las mujeres la práctica en cuestión es que sus ejecutantes van por las calles construyendo fantasías y pantallas de perfección que, al cabo de unos meses para las más inteligentes, o de años para las menos afortunadas, termina destruyéndose y dejando nuevas marcas en la vida de muchas de ellas.

Es evidente que a las mujeres nos conviene unirnos para impulsar la extinción de esta subespecie masculina, o por lo menos su desenmascaramiento.

Claro, no se trata de llegar al extremo de Actopan Hidalgo, en México, donde fue promulgada una “Ley contra los gorrones” a iniciativa del Alcalde de la localidad, estableciendo altas multas y hasta prisión para estos indeseables; más bien, se trata de identificar claramente los individuos para que no puedan beneficiarse de su estafa social.

Quizás, a la hora de iniciar conversaciones con un recién conocido, a la lista de preguntas típicas hay que agregar otras más acuciosas sobre su vida social y, por supuesto, cuando solicite compañía para asistir a una fiesta privada siempre reclamar: ¡déjame ver la invitación!

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